Em Montevidéu |
Eduardo escreveu um livrinho somente sobre mulheres. O
título: “Mujeres”.
Escolheu as que mais lhe causaram admiração e temas sobre elas. Para cada uma,
um pequeno texto. Vejamos alguns. Não me atrevi a traduzir, porque, aqui no
sul, somos todos um pouco castelhanos:
VENTANA SOBRE LA PALABRA
Magda
recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en
cajas. En cajas rojas guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras
amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja
transparente guarda las palabras que tienen magia.
A veces,
ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras
se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le
anuncian lo que ocurrirá. (Galeano, Mujeres, p. 5).
En
épocas remotas, las mujeres se sentaban en la proa de la canoa y los hombres en
la popa. Eran las mujeres quienes cazaban y pescaban. Ellas salían de las
aldeas y volvían cuando podían o querían. Los hombres montaban las chozas, preparaban
la comida, mantenían encendidas las fogatas contra el frio, cuidaban a los
hijos y curtían las pieles de abrigo.
Así era
la vida entre los indios onas y los yaganes, en la Tierra del Fuego, hasta que
un día los hombres mataran a todas las mujeres y se pusieron las máscaras que
las mujeres habían inventado para darles terror.
Solamente
las niñas recién nacidas se salvaron del exterminio. Mientras ellas crecían,
los asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino.
Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas. (Galeano, Mujeres, p.8)
1914, MONTEVIDEO, DELMIRA
En esta
pieza de alquiler fue citada por el hombre que había sido su marido; y queriendo
tenerla, queriendo quedársela, él la amó y la mató y se mató.
Publican
los diarios uruguayos la foto del cuerpo que yace tumbado junto a la cama,
Delmira abatida por dos tiros de revólver, desnuda como sus poemas, las medias
caídas, toda desvestida de rojo:
- Vamos más lejos en la noche, vamos…
Delmira
Agustini escribía en trance. Había cantado a las fiebres del amor sin pacatos
disimulos, y había sido condenada por quienes castigan en las mujeres lo que en
los hombres aplauden, porque la castidad es un deber femenino y el deseo, como
la razón, un privilegio masculino. En el Uruguay marchan las leyes por delante
de la gente, que todavía separa el alma del cuerpo como si fueran la Bella y la
Bestia. De modo que el cadáver de Delmira se derraman lágrimas y frases a
propósito de tan sensible pérdida de las letras nacionales, per en el fondo los
dolientes suspiran con alivio: la muerta muerta está, y más vale así.
Pero ¿muerta está? ¿No serán
sombra de su voz y eco de su cuerpo todos los amantes que en las noches del
mundo andan? ¿No le harán un lugarcito en las noches del mundo para que cante
su boca desatada y dancen sus pies resplandecientes? (Galeano, Mujeres, p. 39).
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